A estas alturas ya nadie tiene dudas acerca de la importancia de la ciberseguridad en todos los órdenes de nuestra vida, tanto en entornos profesionales como personales.

Pero no voy a hablar del impacto económico para una empresa que sufre un ataque o de la persona que ve cómo toda su colección de recuerdos fotográficos es secuestrada a cambio de un rescate…… o cosas aún peores, como suplantación de identidad o robo de credenciales de acceso bancario, no. Para esto ya existen múltiples informes que describen bien todo el catálogo de los delitos que se llevan a cabo en la red.

Aunque no existe ningún método infalible, ni ningún antivirus 100% eficaz, voy a desvelar el arma secreta contra el cibercrimen: El sentido común.

La buena noticia es que es gratis (no se puede comprar, siquiera), y la mala es que «el sentido común es el menos común de los sentidos», ya sabéis.

Sin entrar en ataques organizados a sitios web o servidores de compañías , que ocurren y requieren de diseños defensivos adecuados con una gestión proactiva, me refiero más a nuestra conducta delante de un PC y que requiere no caer en trampas más o menos elaboradas.

Algunos ejemplos:

Si te encuentras una memoria USB tirada en la calle, o en el garaje, no la recojas y la conectes a tu PC (aunque sea de tropecientos gigas). Si no recoges cualquier otra cosa del suelo, ¿Por qué si recogerías esta memoria USB? Solo conectándola podría comenzar la instalación de un fichero autoejecutable y ya no serías dueño/a de tu PC, así de fácil.

El correo electrónico es, hoy en día, la principal vía de entrada de todas las maldades imaginables. Es cierto que los filtros para el correo no deseado (spam) son ya bastante buenos, pero siempre se puede colar ese mensaje que activará la curiosidad de incautos/as. Los métodos para despertar la curiosidad y hacer click en un enlace o abrir un fichero adjunto, van desde los obvios a los sutiles, pero todos los días sigue habiendo personas que caen en la trampa. Hay que borrar, sin abrir, mensajes de personas desconocidas que solo quieren que abramos ficheros adjuntos o hagamos cliks en enlaces, alegando los motivos más peregrinos como facturas, envíos, fotos, etc. que ni esperamos, ni hemos solicitado.

Un vistazo al dominio del remitente también puede darnos pistas de que se trata de una dirección «zombie» utilizada para el envío de malware.

El acceso a ciertas páginas web es el otro capítulo «clásico». Cada uno/a sabrá dónde se mente y qué se descarga, utilizando su dosis personal de sentido común, pero a la hora de comprar online nunca está de más comprobar la reputación de la página a la que vamos a facilitar los datos de nuestra tarjeta de crédito, así como verificar que dicho sitio tiene un certificado de seguridad vigente (el «candadito» de arriba a la izquierda).

Utilizad bien el sentido común del que dispongáis y ponedlo al servicio de vuestra seguridad en la red. Buena suerte ahí fuera